Cataluña, su parlamento, han empezado a ejercersu soberanía. La declaración aprobada el pasado 9 de noviembre con los votos de los grupos partidarios de la independencia y mayoritarios en el nuevo parlamento, proclama el inicio del proceso constituyente de la República catalana y niega toda autoridad al Tribunal Constitucional.
Se trata sin duda del mayor desafío que ha
sufrido el régimen de la última restauración monárquica. El gobierno de Rajoy
se ha enrocado en una Constitución ya sin el menor futuro y en los últimos
meses se ha apresurado a fabricar leyes de excepción para responder al desafío
catalán. Por el momento ha recurrido la declaración del parlamento catalán con
el argumento principal de que se atribuye un poder constituyente.
Se quiera o no, este enfrentamiento va a
centrar y polarizar toda la vida política española. Partidos, sindicatos,
patronales van a tener que posicionarse cada vez con mayor claridad.
Ciudadanos y, lamentablemente, también el
PSOE, han corrido a la Moncloa para preparar un frente nacional contra los
catalanes en torno a la Constitución del 78. Poco importa que ambos cuestionen
la Constitución y la consideren caduca, unos porque quieren un Estado más
centralista y otros porque lo quieren federal. Sólo les frena por el momento,
para formalizar su frente nacional, la proximidad de las elecciones generales.
Por el contrario, más a la izquierda ha ido
madurando la defensa del derecho de las naciones a decidir, es decir a
constituir si así lo quieren su propio Estado y a negociar entre iguales sus
relaciones con el España. Se va imponiendo la idea de que sin este derecho no
puede haber libertad ni democracia en el Estado español. Eso es lo que
proclaman hoy Izquierda Unida y Podemos. Ésta es la base sana sobre la que se
puede responder a ese frente nacional contra Cataluña y reforzar la unidad de
las clases trabajadoras.
Sin embargo la izquierda vacila ante la ley,
justamente el muro tras el que se
encastilla Rajoy. Y en nombre de la ley se pide paciencia a los catalanes a la
espera de un referéndum otorgado por Madrid y se desautoriza el ejercicio de
soberanía del parlamento catalán. Una prudencia que choca con la voluntad
declarada de cambio de régimen, de ruptura democrática y de apertura de procesos
constituyentes. ¿Acaso habría que esperar a que la izquierda rupturista alcance
una mayoría de dos tercios en unas elecciones generales con las leyes actuales?
Esa ruptura sólo podrá llegar de la mano de
una amplia movilización de las clases trabajadoras y de las naciones (Cataluña,
el País Vasco, Galicia) cuya voluntad de soberanía ha venido madurando en estos
años. Así fue en 1931. Y también hace 40 años, aunque en esa ocasión un pacto
de Transición entre el franquismo y los grandes partidos obreros y
nacionalistas, dejara las cosas a medias.
Pero entonces, ¿no es eso lo que está en
marcha en Cataluña? Ahí están muchos de los elementos que necesitamos,
centenares de miles en las calles, miles de activistas de una nueva generación
reanimando a sus mayores, un proceso que convierte la democracia en algo vivo,
participativo, popular… Desafiando la Constitución y sus instituciones
corruptas, preparando una nueva legalidad sobre la voluntad democrática de la
mayoría de un pueblo movilizado. ¡Que sigan! En lugar de pedir prudencia a
Cataluña, volvámonos contra los que quieren echarles encima todo el peso de la
ley y la fuerza del Estado. Ahora la ruptura que necesitamos en España puede
abrirse paso por la brecha que está abriendo Cataluña. Si Cataluña puede, todos
podremos.
No nos gusta ver a la cabeza de este proceso a
la derecha catalana, a los mismos que como Rajoy se han empleado a fondo en
recortar los derechos sociales de los trabajadores y hundirnos en el paro y el
empleo y los salarios precarios para salvar los negocios capitalistas y
corromperse con sus comisiones. Pero es una derecha maltrecha, que mendiga su
continuidad en el gobierno, que intenta salvar los trastos consumiendo el
capital de autoridad sobre el pueblo que acumularon al frente de la autonomía y
en el forcejeo constante con el Estado español. Es la continuidad del proceso
con el que han querido tapar sus vergüenzas el que acabará pasándoles cuentas.
No nos sobran los aliados si nos empeñamos con el pueblo de Cataluña en seguir
el camino de la libertad y la ruptura democrática.
La declaración del parlamento catalán apunta
claramente a la independencia, a la separación de España. Entre la izquierda
trabajadora domina con razón la voluntad de seguir el camino que recorrimos
juntos en el progreso y la revolución de los años 30, en la resistencia al
franquismo, en las grandes luchas de los años 70. Queremos seguir con los
trabajadores catalanes el camino de nuestra lucha de clase, acabar juntos con
la derecha española y su régimen, abrir paso a un cambio que nos permita
imponer las condiciones de la mayoría trabajadora. Pero la verdad es que no
será la proclamación de una república catalana lo que puede apartarnos de este
camino.
Miremos las cosas como son. Hoy la mayoría del
pueblo catalán quiere la independencia. Muchos más que los que no la quieren.
Entre los dos, un sector con gran peso entre los trabajadores industriales y de
las grandes ciudades no se pronuncia pero en todo caso quiere que sea
libremente, por mayoría democrática de los catalanes, cómo se decida la
relación que quiere con España. Hoy esa mayoría en el parlamento catalán es
partidaria de la separación. No hay nada más democrático hoy que esa mayoría
parlamentaria. Ayudémosles en lo que esté en nuestra mano a que un referéndum
libre zanje la cuestión más pronto que tarde. Pero en todo caso, entretanto no
permitamos que Rajoy, el gobierno, los tribunales, un frente nacional español,
les estorbe en su libre camino.
Y sí, miremos las cosas como son. Años y años
de enfrentamiento y opresión, han creado una desconfianza que tendremos que
rehacer por la libre colaboración y solidaridad entre pueblos soberanos. Como
ahora se está fraguando entre las grandes ciudades de Cataluña, Galicia, País
Vasco y España, en las que las candidaturas de unidad por el cambio se
impusieron en las últimas municipales. Bienvenida pues una república catalana
que abra el camino republicano al resto del Estado. Entre repúblicas libres
sabremos construir nuestra unidad.
19 noviembre 2015
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