25/3/14

Ruptura democrática, separación y cambio de régimen


De lo más oportuno resulta ahora el Tribunal Constitucional echando gasolina al anhelo de libertad, soberanía e independencia de Cataluña. La sentencia de "inconstitucional y nulo" sobre la declaración de "sujeto político y jurídico soberano" realizada por el Parlamento catalán aboca a la secesión. La negación estatal española de la potestad soberana catalana provoca y encona la negación catalana a que Cataluña siga unida al Estado del reino de España.
Unas cuantas personas de distinto compromiso político hemos iniciado un intercambio de ideas, desde una tertulia que empezó como "pluricafé". El fondo común de los granos que hemos mezclado es la consideración compartida que fomentar la realización de la consulta "Si o Si" es decisivo para el presente y el futuro de Cataluña y del Estado del Reino de España; a lo cual hay que incorporar que una ruptura del entramado constitucional existente sólo podrá ser completa y coherente con un "SiSi" a la respuesta de la pregunta, al menos cómo está actualmente planteada.
El vértigo de una parte de la izquierda a la independencia no es neutral entre el nacionalismo español y el catalán, ni en separarse o mantenerse unidos a esa Constitución de 1978, con su Estado monárquico y el bipartidismo entre el PP y el PSOE.
El diálogo nos ha conducido a trabajar esta reflexión publicada en la revista SinPermiso. La idea es un llamamiento a las conciencias democráticas, tanto las independentistas como las federalistas auténticas que se basan en la soberanía de cada pueblo y nación, para que sea la ciudadanía quien se empodere, decida y así se respete el resultado.
Llamamiento a la izquierda transformadora.
Vía catalana, 11 septiembre 2013.
A estas alturas el movimiento soberanista catalán debería despertar respeto, si no comprensión, en el resto del Estado. En efecto, ya nadie puede dudar de que se trata de un movimiento democrático y de libertad, una marea cívica y popular. Es sintomático, por ejemplo, la reciente firma de convenios de la ANC con organizaciones sindicales y con la FAVB (Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona), que refuerzan la participación y el compromiso ciudadano con el proceso. Por otra parte, es claramente transversal, sin que pueda ser tildado simplistamente de izquierdas o de derechas, a pesar de que, como es natural,  las diversas fuerzas políticas se disputan su hegemonía. Las eventuales acusaciones de insolidaridad o de fronterismo resultan insustanciales cuando las agresivas estructuras estatales han arruinado todo tipo de pactos y continúan derribando los logros de autogobierno alcanzados.
En esta situación resulta intolerable el inmovilismo que equivale a perpetuar la voluntad de dominio y asimilación. Por su parte, resultan nada creíbles las vías autollamadas reformistas, cuyos reiterados fracasos culminaron en la sentencia del TC de 2010 y cuyas voces sólo se han despertado cuando el soberanismo ha elevado el tono reivindicativo. Pero también resulta insuficiente la simple aceptación del derecho a decidir, pero sin planes pro-activos para antes y después de su ejercicio. Esto es, sin una voluntad clara de diagnosticar el problema, dilucidar responsabilidades y encontrar soluciones.
1. Una separación amistosa  para una colaboración más franca
Hay que aceptar de una vez por todas que la cerrazón de unos y la tibieza de otros han dinamitado las propuestas de convivencia y han hecho ya imposible un estado común. Basta apuntar que cualquier iniciativa en este sentido debería asumir, por lo menos, el Estatuto del 2006 (aprobado por el Parlamento español y refrendado por el pueblo catalán), cosa impensable actualmente por parte de las fuerzas políticas hegemónicas.
Aceptada esa premisa,  la izquierda trasformadora debe promover la separación amistosa como una salida democrática y la menos mala de las posibles, poniendo el acento en  minimizar los costes económicos, sociales y  sentimentales. Por ejemplo, repartiendo la deuda, evitando boicoteos y vetos, propiciando dobles nacionalidades, facilitando la movilidad, etc.
Más aún, se trataría de potenciar las oportunidades, que también las hay, una vez se cierre la herida territorial abierta tres siglos atrás. La preservación de las buenas relaciones humanas e institucionales haría posible una nueva cooperación entre las partes. En particular, podría por fin plantearse un auténtico federalismo/confederalismo democrático de los pueblos ibéricos, no basado en la imposición y el dominio, sino en el reconocimiento mutuo de la previa soberanía e independencia. Más en general, abre la posibilidad de arrumbar con el régimen que desde hace siglos viene sufriendo el pueblo español. Es la oportunidad para revisar diagnósticos, relevar actores y redefinir objetivos.
2. Un cambio de régimen para una sociedad más justa
La secesión de Catalunya es el símbolo de un fracaso secular en la acción de gobierno de un régimen basado en al absolutismo y el clericalismo,  de las clases dirigentes que lo han apoyado y de los partidos que le han dado cobertura. Ha de marcar el punto final de una monarquía desprestigiada, de una Constitución obsoleta y de un bipartidismo cómplice.
Es la culminación de siglos de dilapidación de recursos, de pobreza y desequilibrios territoriales, de incapacidad para gestionar un imperio o para estructurar un estado, de extorsión lingüística y cultural contra la diversidad, de represión de los movimientos renovadores y de tolerancia hacia los autoritarios.
3. Una alternativa política para esa doble ruptura
Se requiere, por tanto, una alternativa política sobre la base de una nueva relación cooperativa entre las naciones y estados ibéricos, una regeneración progresista de las estructuras sociales y económicas y un relevo profundo en las clases dirigentes.
Sólo la izquierda transformadora puede liderar esa alternativa. Pero para ello debe liberarse de sus propios prejuicios políticos y sentimentales. Una vez más, la movilización popular ha tomado la iniciativa con una rapidez y una determinación que están dejando atrás a buena parte de los teóricos y de los políticos orgánicos. Aún es tiempo de reaccionar y de rectificar, afrontando las nuevas realidades: la izquierda transformadora debe asumir esa doble ruptura no sólo como inevitable, sino como conveniente y hasta como necesaria.
Josep Ferrer Llop, Teresa Mira Lozano, Santi Lapeira Gimeno, Francesc Matas Salla, Jordi Presas Vidal, Jordi Gutierrez Suarez, Elvira Duran Costell, Josep M. Armengou Iglesias, Miquel Àngel Escobar Gutiérrez.
21 de marzo de 2914

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