La sentencia de la Manada y la posterior
puesta en libertad de los violadores supuso dos grandes movilizaciones, el 26
de abril y el 10 de junio, centradas en la violencia sexual contra las mujeres.
Tribunales, jueces y juezas, han sido
denunciados y desenmascarados como instrumentos de la judicatura estatal que
atentan contra la integridad física y moral de las mujeres. Sus sentencias, la
comprensión y connivencia con los violadores y asesinos de mujeres, son la
muestra de misoginia patriarcal.
Las instituciones, la moral y los
hábitos, naturalizan la violencia sexual machista contra las mujeres, como si
fuera algo eterno e inevitable.
La emancipación y la libertad de las
mujeres implica un cambio en los derechos y realidad de las personas, un cambio
de la humanidad. Nos encontramos en un momento de cambio de la conciencia
colectiva que pone en la picota la esencia de la estructura de la sociedad
patriarcal.
Este 25N las reflexiones del movimiento
feminista afloran la dura realidad de la violencia institucional. Esta violencia
es la que reciben las mujeres, cuando no son atendidas en las instituciones con
los recursos adecuados, cuando se hace una victimización secundaria dudando de
su palabra y actitud. Los poderes públicos y sus ejecutores sean hombres o
mujeres, utilizan los mitos, los estereotipos y los prejuicios, para normalizar
la violencia en la que las está sometiendo el agresor.
Las instituciones no están a la altura
de las demandas de cambio del movimiento feminista. Incluso para aplicar las
leyes o un progreso en la visión de género en cualquier ámbito, nos topamos con
presupuestos insuficientes por ínfimos, o con el mantra de que no hay dinero
para la defensa de los derechos y la vida de las mujeres.
En 18 años se han asesinado a 2.000
mujeres por violencia machista, sólo entre las reconocidas como parejas con
relación afectiva, lo cual no incluye a todas las mujeres asesinadas. No hay
aún estadísticas sobre las agresiones sexuales ni de las violaciones. No hay
alarma social, ni la adecuada reacción de emergencia en lo que respecta a las
autoridades de todo tipo y las medidas para paliarlo. El Pacto de Estado,
conseguido por la movilización del 7N de 2015, es completamente insuficiente en
medidas eficaces y presupuesto.
En cambio, la movilización feminista y
la conciencia de las mujeres está realizando pasos de gigante en la denuncia y
la exigencia de políticas públicas. Una inmensidad de asociaciones y
movimientos de mujeres están trabajando para construir nuevas maneras de
relacionarse en igualdad entre las mujeres y los hombres.
Una sociedad sana, solidaria y humana,
ha de ser igualitaria y sin sometimiento, ni violencia a las mujeres, por
supuesto sin asesinadas ni violadas.
La mitad de las personas de la
humanidad, las mujeres, no han de seguir siendo ni agredidas ni sometidas. Las
mujeres socavan las bases materiales y morales del patriarcado. La movilización
del 25N proclama el derecho a una vida libre de violencia machista. 20 de
noviembre de 2018
De
la Carta de La Aurora.
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