El Metro de Barcelona nos preocupa a todas las personas y mucho, por supuesto. Y quienes estamos comprometidos con el cambio En Comú aún quizás más. Una resolución positiva de la contradicción entre plantilla trabajadora del Metro, el Ayuntamiento con la alcaldesa Ada Colau y la concejal de movilidad Mercedes Vidal, y la directiva de TMB, es esencial para la buena salud del transporte urbano, la gente usuaria y el proyecto En Comú. La ciudadanía individual y colectiva trabajadora necesitan que en Comú sea útil para sus necesidades. El paradigma se sitúa en hacer también del Metro un emblema del cambio de las relaciones entre una componente básica trabajadora con calidad laboral y un buen servicio público. BComú ha de situar el Metro de Barcelona en la innovación de un Metro del S. XXI desde la “6ª marca de ciudad” en el mundo. Y qué mejor que una colaboración estrecha entre personal trabajador del Metro, con sus sindicatos y comité, con BComú para conseguir una proyección de futuro.
SinPermiso con Miguel Salas aborda esta espinosa e
interesante perspectiva.
Extractos de “Sobre la huelga del metro de Barcelona” de Miguel Salas,
SinPermiso 13/03/2016.
La dinámica de cambio que representa la nueva alcaldesa de
Barcelona y el movimiento de los Comunes se nota en muchos aspectos del
gobierno de la ciudad: medidas para combatir las desigualdades; poner vivienda
social al alcance de los más necesitados; inversiones sociales en los barrios
más vulnerables; recuperación de espacios públicos invadidos por la actividad
privada; participación de los vecinos en decisiones que les afectan; inicio de
un relato de que es posible el cambio y necesaria la participación y
movilización de vecinos y vecinas… Sin duda que hay mucho por hacer y que se
podría discutir sobre los ritmos y las prioridades, pero lo más importante es
que se ha empezado a caminar y que ahí está la base sobre la que construir y
consolidar el cambio.
Sin embargo, la
huelga del Metro de Barcelona ha abierto un debate sobre las
relaciones entre el movimiento sindical y el movimiento ciudadanista y también
ha hecho saltar algunas alertas sobre la relación entre la gestión
institucional y los movimientos sociales. (…)
Todos y todas tenemos que aprender de las experiencias, de
los aciertos y errores y del contraste de ideas para hacer realidad uno de los
lemas electorales del pasado 20-D: “El canvi no s’atura” (El cambio no se
para). Porque el conflicto del Metro y la manera en que se ha enfocado ha
creado mucha inquietud entre los activistas de BcnenComú -en expresión de uno
de ellos “ha sido un batacazo moral”- y sin duda entre la plantilla del Metro.
(…)
El conflicto ha tenido dos planos, uno económico y social
(las reivindicaciones de la plantilla) y otro político (afrontarlo y resolverlo
de otra manera a como hasta ahora las instituciones lo habían hecho) No era
fácil enfrentarse a las presiones de los lobbies empresariales, a las campañas
de ciertos medios de comunicación y, evidentemente, a las exigencias de la
plantilla del Metro. Pero ahí estaba el reto. Cambiar las cosas y la manera de
hacerlas exige un aprendizaje y sacar las lecciones de tales
experiencias. (…)
También es un error, como se ha hecho desde algún sindicato
o partido político, decir que el Ayuntamiento actuaba como una patronal. ¡De
ninguna manera! Se puede debatir las decisiones que ha tomado pero en ningún
caso representan intereses empresariales. Tampoco parece acertado proponer la
dimisión de Merche Vidal, la concejal de Movilidad. Mejorar las condiciones de
trabajo de la gente y mejorar las condiciones de la ciudad exige alianzas y
complicidades, debatir las cosas con franqueza pero no tirarse los trastos ni
debilitarse unos a otros. (…)
Uno de los motores de la “indignación” del 15M es el
problema de la precarización del empleo, y su corolario, la división entre
trabajadores “privilegiados” –con cierto grado de sindicación- y la masa de
trabajadores y trabajadoras con empleos precarios, temporales y con sueldos
miserables. La huelga del metro era una ocasión para abordar ese problema en
positivo, ya que una de las reivindicaciones más importantes era la de atajar
los precarios.
Una ocasión para demostrar que se pueden hacer las cosas de
otra manera, que se puede generar una relación de sintonía y complicidad entre
trabajadores y trabajadoras que dependen del Ayuntamiento, y por lo tanto
trabajan para la ciudad, y la ciudadanía. Una mayoría social, que también
podríamos definir como hegemonía política y social, tiene que estar basada en
la confluencia de intereses entre la mayoría de la población y la institución
que la representa, no en el sentido de la vieja política, aquella en que
se pedía a la gente que votara cada equis años y luego los políticos
“profesionales” se ocupaban de gestionar la institución y la política, sino en el
de la participación, la transparencia de las decisiones, la colaboración entre
todas las fuerzas sociales interesadas en el cambio, y por lo tanto hacer las
cosas de otra manera. (…)
Conquistar una mayoría social significa tejer alianzas, sobre
todo con los trabajadores y trabajadoras y sus sindicatos. Porque además de ser
ciudadanos forman parte de una clase social que, particularmente en las grandes
empresas, está organizada a través de los sindicatos, incluso aunque su
afiliación sea limitada, y es la organización que los representa y puede lograr
movilizarlos. Esta fuerza es fundamental para el cambio y para conquistar una
mayoría social. (…)
Hay que debatir sobre la idea de que se puede gobernar para
todos. Gobernar es elegir y decidir y cuando se ponen en práctica se toman
decisiones que deben beneficiar a una parte de la ciudadanía. Una mayoría de
cambio, de izquierdas no puede poner en práctica las mismas políticas que uno
de derechas, por eso la idea de que se puede gobernar para todos es tan
perversa, porque ha sido utilizada para imponer unas determinadas políticas
favorables a los más ricos, supuestamente sobre la base del bien común. Cambiar
el paradigma forma parte del cambio. Evidentemente hay que gobernar para
mejorar el conjunto de la ciudad y la vida de sus ciudadanos, pero hay que
priorizar a los sectores y barrios más desprotegidos o en peores condiciones,
cosa que ya está haciendo el actual Ayuntamiento. Miguel Salas
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