La Via Catalana, una movilización popular y transversal · 2
David Companyon. SinPermiso. 15/09/13. Si la sentencia del Tribunal Constitucional contra el
Estatut sacó a la calle el 10 de julio de 2010 a centenares de miles de
ciudadanos bajo el lema “Som una nació, nosaltres decidim” (Somos una nación,
nosotros decidimos) e hizo girar el “centro de gravedad” del catalanismo desde
el pacto (el Estatut de 2006) hacia el derecho a decidir; si la
manifestación inmensa de hace un año marcó un punto de inflexión con
Independencia y hacia el Estado propio, la manifestación del 2013 –más numerosa
aún que la de 2012- marca un punto de no retorno. Para una sociedad en la que
más del 80% quiere una consulta, ésta no tiene precio. El tiempo del “peix al
cove” (negocia y saca lo que puedas), que caracterizó la política catalana en
los años del pujolismo, hace años que caducó.
Si el Presidente Zapatero pasará a la historia por no
reconocer y negar obstinadamente la crisis, hasta que la crisis y la troika le
cayeron encima, Rajoy sigue empecinado en buscar circunloquios para negar la
consulta y negar la realidad que expresó esta Diada. Las primeras
declaraciones, en boca del ministro del interior Fernández Díaz, fueron para
negar la magnitud de la movilización, a pesar del eco que ha tenido
internacionalmente, y recuperar el manido mantra franquista de la “mayoría
silenciosa”.
Nadie puede negar que la “Via Catalana cap a la
independencia”, convocada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) fue un
éxito total. Centenares y centenares de miles de personas, posiblemente más del
1.600.000 que se ha dado como cifra oficial, llenaron los 480 kilómetros que
enlazaron El Pertús, en la comarca del Vallespir (la Catalunya francesa), hasta
Vinarós, en el País Valencià. Una cadena humana jalonada de multitudinarias
concentraciones en Barcelona, Girona, Figueres, Reus, Amposta, Tarragona,
Mataró… 400.000 personas dieron nombre, DNI y dijeron en que tramo de la La Via
Catalana participarían, el resto se sumó ese mismo día y la Via Catalana se
podía haber llenado tres veces.
Nadie, ni las referencias a la mayoría silenciosa, puede
ocultar que se trata de un movimiento fuerte, participativo y con un objetivo
claro: el derecho a decidir y la independencia de Catalunya. Se puede estar a
favor o en contra, se pueden buscar las explicaciones que se quieran, pero las
cosas son así.
Naturalmente que la composición era muy heterogénea, pero
básicamente formada por la clases populares. La fuerza de la movilización
obligó a todo el mundo a pronunciarse y percibían que si la Via Catalana
fracasaba en su intento de unir los 480 kilómetros (por poco que fuera), la
lectura que se haría sería la del fracaso del derecho a decidir.
Se convocaron diversos actos complementarios para entrelazar
las reivindicaciones nacionales con las reivindicaciones por los derechos
sociales y contra los recortes, como “Encerclem la Caixa” por parte de Procés
Constituent; los sindicatos CCOO y UGT y la Plataforma “Prou Retallades” (Basta
de recortes) convocaron un ramal de la cadena que empezaba en la sede de la
patronal; la FAVB llamó también a la acción dando apoyo a la cadena y a otras
expresiones de movilización. A lo largo de toda la Via Catalana, junto a
la estelada (la senyera independentista) mucha gente fue con las camisetas de
SOS Educació, de la PAH, contra los recortes. Fueron muchos los que
participaron para que Catalunya decida y los catalanes puedan decidir sobre
todo: para que no recorten las pensiones, para que haya trabajo, para que no se
privatice la sanidad...
No cabe duda que si la movilización no hubiese sido
marcadamente independentista se hubiese sumado mucha más gente favorable a la
consulta, pero no a la independencia. Si la ANC hubiese hecho de puente entre
todos los partidarios del derecho a la autodeterminación la movilización no
tendría adjetivos, pero el independentismo (superior al 40% de la población,
hasta un 52 % según la SER) está muy movilizado, mientras que aquellos que
propugnan una vía federalista o confederal (alrededor del 30%) están
desmovilizados ante la cruda realidad de que “no hay nadie con quien
federarse”. En España, el PSOE no reconoce el derecho a decidir. Sólo Izquierda
Unida lo apoya, pero su capacidad de influencia todavía no es suficiente como
para generar una alternativa creíble, que pasa por reconocer la capacidad
soberana de Catalunya para realizar la consulta.
Tampoco parece realista pedirle a esa mayoría del 70-80% de
catalanes partidarios del derecho a decidir que se esperen a que se proclame
una República Española para entonces ejercer el derecho de autodeterminación.
La reivindicación catalana tiene un ritmo y una movilización muy superiores a
la que en España se da a favor de una salida republicana a la crisis (social,
económica, nacional) del régimen de la segunda restauración borbónica. Más bien
se intuye que la reivindicación de los derechos democráticos de Catalunya son
el mayor acelerador de esa crisis.
La manera de expresar esta opción es también muy precisa:
que el pueblo decida. Así de sencillo. Así de democrático. El sujeto político
debe ser el conjunto del pueblo de Catalunya. El intento de que sea el conjunto
de España quien decida sobre Catalunya es, otra vez, querer imponer sobre
Catalunya el peso del Estado español.
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