Las urnas vascas han deparado un panorama infernal. Se ha cocido con la ilegalización judicial de D3M, instada por el gobierno español del PSOE de Zapatero. Este despropósito antidemocrático, de corte semidictatorial, ha perturbado y trastocado en gran manera la representación de la ciudadanía vasca. Ahora resulta que el cocido resulta incomible.
Ninguno de los gobiernos, sea liderado por el PNV o por el PSE, tiene visos de poder afrontar ni la crisis social y económica, ni el encaje democrático Euskadi-Estado español, ni tampoco una vía de diálogo para el esperado proceso de paz.
Las alternativas parlamentarias y gubernamentales que se barajan se caracterizan por su elevada inestabilidad, que les sitúa casi en la inviabilidad, en una perspectiva de ingobernabilidad.
Un gobierno liderado por un PNV, quizás correspondería a una representación de la mayoría ciudadana, pues quienes han conseguido más votos (633.649) son el PNV, Aralar, EA, EBB, y los nulos (de los herederos de Batasuna ilegalizados), pero seguiría en minoría parlamentaria, con la mezcolanza letal de derecha e izquierda, cimentado por la contradicción nacional española vasca.
Un gobierno del PSE, de minoría ciudadana (pues si contamos sus votos, con los del PP y de UPyD (de Rosa Díez), no pasan de los 482.839, podría disponer de una mayoría de representación parlamentaria legal (aunque fraudulenta por la ilegalización de D3M), pero sería prisionero completo del apoyo del PP.
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