La manifestación del pasado 11 de septiembre ha sido la
mayor reafirmación nacional del pueblo de Cataluña desde el franquismo. Lejos de
ser un hecho aislado, sus precedentes son las manifestaciones de 1977
(“Libertad, Amnistía, Estatuto”), 2010 (“Somos una nación, nosotros decidimos”)
así como la reciente campaña de consultas populares en los municipios que ahora
se concretan en la reivindicación de un estado propio en Europa.
En Cataluña existe una enorme frustración nacional. La
“segunda transición” que debían iniciar las reformas de los estatutos de
autonomía del País Vasco y Cataluña, aprobados mayoritariamente en sus
parlamentos, fueron rechazas o “cepillados” en las Cortes del Reino, recurridos
por el PP ante el Tribunal Constitucional incluso después de ser refrendados
por la población y finalmente ahogadas por el Gobierno Rajoy en una ola de
recortes en su financiación.
La crisis del estado de las autonomías, que fue la formula
territorial del pacto de la transición monárquica de 1977, es terminal. El
desequilibrio de la balanza fiscal entre las distintas autonomías es
consecuencia directa de las políticas neoliberales, de la crisis económica y
social que dura ya cinco años y que se agrava bajo las amenazas de los
rescates. Las autonomías han llegado a concentrar una buena parte del “estado
de bienestar”: educación, sanidad, transportes… La “recentralización” del
estado por parte del PP barre pues de un plumazo todas las conquistas sociales
y democráticas arrancadas desde el final del franquismo.
Lo que la manifestación de la Diada de Cataluña ha puesto de
manifiesto, como lo harán también las próximas elecciones el 21 de octubre en Galicia
y Euskadi, ante esta crisis combinada económica y democrática, es que cada vez
más gente quiere tener el derecho a decidir por sí misma qué régimen e
instituciones nacionales y qué políticas para defenderse de una crisis que no
han provocado.
Así el problema histórico de cómo dar una respuesta
democrática a las aspiraciones de las nacionalidades históricas de España se
plantea ahora bajo un nuevo prisma y con toda su agudeza. Por eso es
fundamental que, frente a la gravísima crisis económica y social, la izquierda
ofrezca su propio modelo de país, defendiendo sus intereses frente a los de las
oligarquías neoliberales en una salida democrática que solo puede ser el
derecho a decidir en todos los ámbitos, incluido en el de las instituciones
nacionales.
El derecho a decidir en la cuestión nacional se concreta en
organizar una consulta popular que permita definir mayorías y minorías en torno
a como quieren constituirse los diferentes pueblos de España, qué relaciones e
instituciones quieren mantener entre ellos y con el resto de los pueblos y
estados europeos. Se trata de construir democráticamente una nueva solidaridad
entre los pueblos y las clases trabajadoras que la crisis de los estados,
económica y social provocada por el neoliberalismo está erosionando y
destruyendo en beneficio de los intereses de las distintas oligarquías
nacionales y europeas.
Por tanto, hay que tomar nota de que existe una nueva
situación, una nueva realidad. Y hay que aprovechar ese impulso. El pueblo
catalán ha empezado a abrir el camino que le llevará a ejercer su derecho a
decidir. Se puede obstaculizar, poner palos a las ruedas, pero ya no se puede
impedir. Hay un punto de no retorno que está en la consciencia colectiva como
pueblo. Son los catalanes, hombres y mujeres, trabajadores, comerciantes,
jóvenes sin trabajo, ciudadanos venidos de lejos pero que viven ahora en
Catalunya, quienes deben decidir, quienes deben expresarse democráticamente en
un referéndum. Sin injerencias. Sin presiones. Sin amenazas.
El primero en tomar nota ha sido Mas y CiU. Intentan
canalizar a favor de sus políticas neoliberales en Cataluña dando una vuelta de
tuerca a su histórico papel de mediador del pueblo catalán ante el gobierno
central español. Mas se ve obligado a presionar al Gobierno de Rajoy en el
Pacto fiscal para equilibrar la balanza financiera de la Generalitat, pero
tiene que recoger también la aspiración de independencia de las clases
populares catalanas para que acepten como inevitables los recortes
neoliberales. Frente a la formula de recortes y recentralización del PP, CiU
ofrece recortes y desarrollo negociado de una política fiscal catalana bajo la
amenaza del derecho a decidir. Mas juega ahora el peligroso juego de ser
“mediador” y “portavoz” del pueblo catalán. Es una situación de inestabilidad y
tensión entre las burguesías española y catalana.
Por ello es fundamental abrir la lucha por la hegemonía
nacional, económica y social desde la izquierda, abrir la perspectiva de un
modelo de país, de instituciones políticas, de derechos económicos y sociales
desde los intereses de la inmensa mayoría de la población frente a las
políticas recentralizadoras, reaccionarias y neoliberales de la oligarquía. La
izquierda trabajadora es quien puede y debe contribuir más a este cambio que se
produce en el Estado español.
La ola profunda de transformación que significa este proceso
en marcha del derecho a autodeterminación de Catalunya, nos ayuda. Aprovechemos
el impulso catalán para poner al día la construcción de Repúblicas, para
separarnos del “nacionalismo gran-español”, para ponernos de acuerdo en lo
fundamental y hacer una limpieza a fondo, transformando esa “democracia que no
lo es” en una democracia real y participativa y gobiernos adaptados a nuestros
días, a las necesidades de la población.
Los sondeos ante las elecciones en Euskadi muestran que sube
la izquierda abertzale al forjar una amplia alianza entre independentistas y
soberanistas. Disputan la hegemonía al burgués PNV. En Galicia también se ha
forjado otro de tipo de alianza de izquierdas, a partir de EU Galega y Anova.
Su fuerza y diputados pueden ser determinantes para lograr que la izquierda
desbanque al PP en Galicia. Todo muestra pues que si la izquierda toma en sus
manos la lucha por las libertades nacionales, la derecha se divide o retrocede,
y el socialiberalismo entra en crisis. La izquierda avanza cuando hace suya la
lucha por la libertad nacional y la une a un proyecto social alternativo al
neoliberalismo.
Es necesario, es urgente, sacar conclusiones. Establezcamos
una Alianza amplia de partidos de izquierda, sindicatos y movimientos sociales
a nivel de todo el estado. Una alianza de federalistas, soberanistas e
independentistas capaz de ofrecer una alternativa a la crisis combinada del
régimen político monárquico, al agónico estado de las autonomías y a las
políticas neoliberales responsables de la crisis económica y social. Para
defender juntos, frente a cada burguesía, la participación del pueblo en las
decisiones, la celebración de un referéndum sobre los recortes y el rescate, y
la defensa del derecho del pueblo catalán, vasco y gallego a decidir su futuro
soberanamente. La Aurora- POR 17 de Setiembre de 201
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