10/9/14

Ruptura democrática o involución unionista centralista · 5

5 · Un 11 de septiembre crucial para Cataluña y España
En este 11 de septiembre el desafío es que la  movilización sea tan importante que se convierta  en una señal indeleble y firme que la Generalitat y el presidente Artur Mas no tengan otra opción que desacatar la suspensión de la consulta por parte del tribunal Constitucional.
¿Se atreverá a la desobediencia institucional el presidente catalán? ¿Podrá ser declarado en rebeldía y acusado de prevaricación?
El presidente Mas se verá pronto en la tesitura de escoger entre la legalidad constitucional española o apoyarse en la legitimidad ciudadana para acogerse a una legalidad catalana, constituyente de soberanía.
El escenario alternativo, convocar unas elecciones anticipadas en vez de la consulta, puede aún ser más convulsivo para CiU que llevar a cabo su compromiso político. Una lista conjunta entre CiU y ERC es ahora mismo una quimera, no sólo por las consecuencias del caso Pujol, sino por razones políticas, pues ERC exige incorporar el compromiso de una Declaración unilateral de independencia que difícilmente pueden aceptar aquellos que no se atreven a llevar a cabo la consulta. Por otra parte, tal lista conjunta supondría la ruptura entre Mas y Duran, de la coalición CiU, y de los respectivos partidos, que sólo beneficiaria a ERC.
Para muestra, un botón: en el seno del gobierno se han alzado voces, procedentes de miembros de UDC -la vicepresidenta Joana Ortega- y de CDC -Santi Vila-, que abogan por el aplazamiento de la consulta hasta que haya las condiciones legales. El presidente Mas, a instancias de Oriol Junqueras de ERC, ha tenido que matizarlas, sin desautorizarlas. Y el nuevo coordinador general de CDC, Josep Rull, ha asegurado que pondrán las urnas para votar en la consulta pero da su apoyo a Santi Vila.
Oriol Junqueras ha señalado su disposición a un gobierno de concentración con el único objetivo político de realizar la consulta. Miquel Iceta ha ofrecido al PSC para entrar en un gobierno que aplace la consulta hasta que pueda ser legal mediante una negociación con el Estado central.
En la medida que la fecha de la consulta se acerca y la presión aumenta, será más difícil que puedan convivir en el seno del gobierno que la tiene que llevar a cabo consejeros que, en vez de poner los cinco sentidos en asegurar la realización del voto de la ciudadanía, se dediquen a introducir confusión o aboguen por escenarios distintos a la orientación adoptada por el Parlament para la convocatoria de la consulta.
La danza de posibilidades y escenarios va a ser frenética. El proceso catalán va a experimentar todas las tentaciones que se desplegaron en la transición de la segunda restauración borbónica.
La posibilidad de una gran frustración, de consecuencias impredecibles, planea sobre los estados mayores partidarios en el caso de que no se responda adecuadamente a la suspensión de la consulta.

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