Para la Carta de La Aurora los Presupuestos Generales del
Estado son un símbolo de la sumisión a La Deuda y de la falta de credibilidad
del PP, son unos Presupuestos que sólo pueden agravar la crisis.
Una señal de la gravedad de la crisis del régimen de la
segunda restauración borbónica es la falta completa de credibilidad de sus
presupuestos. Desde el comienzo de la crisis, cinco años ya, la ejecución
presupuestaria se desvía de manera muy importante de las cifras acordadas.
En realidad, el debate se hace en Bruselas. Es en la UE donde se deciden las grandes opciones presupuestarias para poder hacer frente a la deuda provocada por el rescate de la banca española. El memorándum firmado con la Troika es la verdadera Ley de Presupuestos del Estado.
Este año el espectáculo parlamentario ha sido de sal gruesa. El Ministro Montoro se identifica cada vez más con el personaje de los Simpson propietario de la central nuclear, Montgomery Burns. Sólo con el desparpajo que da no tener otro interés que el propio, se puede decir que comenzamos a salir de la crisis y que estos presupuestos son los de la recuperación. Como si no existiesen seis millones de parados en el país y el crédito no hubiera quedado congelado a pesar del rescate.
Pero Montoro ya sabe que nadie le cree. Es más, estos presupuestos del 2014 –aprobados sólo por el PP y el voto crítico-patético singular de UPN- lejos de ser los de la recuperación pueden ser los que provoquen la tercera recesión en cadena de la economía española. Y eso ya no es un chiste.
El 50% del presupuesto se va en pagar intereses de la deuda, pensiones y subsidios de paro. La inversión pública en obras cae casi un 5% del PIB y sitúa al Reino de España 25 años atrás. Se han congelado los sueldos del sector público y la carga tributaria es la más alta en 20 años, a pesar de que la presión fiscal sobre los beneficios es de las más bajas de Europa: aquí pagan impuestos sobre todo los asalariados.
A pesar del tono optimista, las cifras del presupuesto están en la misma tónica del reconocimiento del fracaso de la política económica del gobierno del 26 de abril: la deuda pública ha pasado con Rajoy del 68% al 99,8% del PIB, su objetivo prioritario, si se recuerda, era reducirla; el paro sigue subiendo puntos, un millón de parados más con el PP; y la pobreza alcanza el 21,1% de los hogares.
Por si fuera poco, el debate presupuestario ha vuelto a ratificar que el sistema de financiación autonómico, del que depende una buena parte del gasto social, ha estallado por los aires. El President de la Generalitat puede que amenace con convocar una consulta por el derecho a decidir; pero el de la Comunidad de Madrid le da al Gobierno de su partido tres meses, ni un día más, para reformarlo.
Esta persistente política de devaluación interna de los salarios, directos e indirectos, puede acabar provocando en un año una tercera recesión. Esa es una de las advertencias soterradas del FMI, porque por el momento cualquier “punto de inflexión” depende exclusivamente del sector exportador y de la entrada de capitales extranjeros para comprar a precios de saldo empresas españolas.
El verdadero objetivo del Gobierno Rajoy es político, no económico, y a muy corto plazo: conseguir que el 15 de noviembre la UE le firme un aval de buena conducta y dé por alcanzados los objetivos del memorándum con la Troika. Ya se ocupa él de seguir aplicando el espíritu del mismo si le levantan el estigma de la letra.
Pero las perspectivas le pueden ser adversas: las elecciones europeas en 2014, la tensión en Catalunya, que a falta de consulta puede desembocar en unas elecciones plebiscitarias, la ausencia de recuperación económica, la amenaza de una tercera recesión pueden situar la crisis del régimen de la Constitución de 1978-2011 en una agonía terminal, por muy larga que esta sea.
El problema central es como dar una salida política, una alternativa unitaria desde la izquierda, que permita abrir un nuevo horizonte, republicano y socialista.
En realidad, el debate se hace en Bruselas. Es en la UE donde se deciden las grandes opciones presupuestarias para poder hacer frente a la deuda provocada por el rescate de la banca española. El memorándum firmado con la Troika es la verdadera Ley de Presupuestos del Estado.
Este año el espectáculo parlamentario ha sido de sal gruesa. El Ministro Montoro se identifica cada vez más con el personaje de los Simpson propietario de la central nuclear, Montgomery Burns. Sólo con el desparpajo que da no tener otro interés que el propio, se puede decir que comenzamos a salir de la crisis y que estos presupuestos son los de la recuperación. Como si no existiesen seis millones de parados en el país y el crédito no hubiera quedado congelado a pesar del rescate.
Pero Montoro ya sabe que nadie le cree. Es más, estos presupuestos del 2014 –aprobados sólo por el PP y el voto crítico-patético singular de UPN- lejos de ser los de la recuperación pueden ser los que provoquen la tercera recesión en cadena de la economía española. Y eso ya no es un chiste.
El 50% del presupuesto se va en pagar intereses de la deuda, pensiones y subsidios de paro. La inversión pública en obras cae casi un 5% del PIB y sitúa al Reino de España 25 años atrás. Se han congelado los sueldos del sector público y la carga tributaria es la más alta en 20 años, a pesar de que la presión fiscal sobre los beneficios es de las más bajas de Europa: aquí pagan impuestos sobre todo los asalariados.
A pesar del tono optimista, las cifras del presupuesto están en la misma tónica del reconocimiento del fracaso de la política económica del gobierno del 26 de abril: la deuda pública ha pasado con Rajoy del 68% al 99,8% del PIB, su objetivo prioritario, si se recuerda, era reducirla; el paro sigue subiendo puntos, un millón de parados más con el PP; y la pobreza alcanza el 21,1% de los hogares.
Por si fuera poco, el debate presupuestario ha vuelto a ratificar que el sistema de financiación autonómico, del que depende una buena parte del gasto social, ha estallado por los aires. El President de la Generalitat puede que amenace con convocar una consulta por el derecho a decidir; pero el de la Comunidad de Madrid le da al Gobierno de su partido tres meses, ni un día más, para reformarlo.
Esta persistente política de devaluación interna de los salarios, directos e indirectos, puede acabar provocando en un año una tercera recesión. Esa es una de las advertencias soterradas del FMI, porque por el momento cualquier “punto de inflexión” depende exclusivamente del sector exportador y de la entrada de capitales extranjeros para comprar a precios de saldo empresas españolas.
El verdadero objetivo del Gobierno Rajoy es político, no económico, y a muy corto plazo: conseguir que el 15 de noviembre la UE le firme un aval de buena conducta y dé por alcanzados los objetivos del memorándum con la Troika. Ya se ocupa él de seguir aplicando el espíritu del mismo si le levantan el estigma de la letra.
Pero las perspectivas le pueden ser adversas: las elecciones europeas en 2014, la tensión en Catalunya, que a falta de consulta puede desembocar en unas elecciones plebiscitarias, la ausencia de recuperación económica, la amenaza de una tercera recesión pueden situar la crisis del régimen de la Constitución de 1978-2011 en una agonía terminal, por muy larga que esta sea.
El problema central es como dar una salida política, una alternativa unitaria desde la izquierda, que permita abrir un nuevo horizonte, republicano y socialista.
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