El periódico de referencia en Cataluña rezuma de satisfacción navideña ante el gobierno involucionista que nos depara la victoria parlamentaria de la derecha catalana y española, con la bendición doble de la Zarzuela y la Moncloa.
Alfredo Abián, vicedirector de La Vanguardia, expone sin rubor la altura de vuelo gallináceo de sus ideas entintadas, entresacadas del baúl de desmemorias.
Quizás en clave émulo de Cela empieza con un “oteazos de turno” para malbaratar sin fortuna tres líneas y media de treinta y una. ¡Vaya prenda!
Otras nueve líneas para un mejunje de leninistas clásicos o de Marx, al que aprovecha, como de quien va sobrado, para darle un capote y ridiculizarlos como “otro rojo caduco que se cuela”.
Senilidad precoz intelectual merecen estos calificativos, ¿serán quizás tranquilizantes de conciencias? Penosa manera de justificar la referencia al nuevo gobierno de CiU de Mas. El vicedirector sentencia que se trata de evaluar su eficacia para la capacidad de gestionar las restricciones económicas con convicción. Al editorialista se le ha ocurrido contraponer unas líneas de conceptos revolucionarios y de la teoría socialista de la lucha de clases a la involución que representa el gobierno autonómico catalán de Mas: gestionar las restricciones con convicción.
Desata hilaridad que Abián imagine al fenecido gobierno burgués sin burgueses, gestionado por las izquierdas tripartitas catalanas de la Entesa del progreso del hacedor Montilla, o al gobierno catalanista y de izquierdas de Maragall, a caballo de una situación prerrevolucionaria inexistente.
Lo inquietante no es la imagen de una situación prerrevolucionaria en que los gobernantes ya no pueden gobernar mientras los gobernados ya no quieren o no aceptan ser gobernados. Lo que hay es que los poderosos del poder económico, financiero y político, no aciertan ni una con sus mercados y sus políticas ante la crisis, mientras los gobernados aún se tragan que este sistema económico, social y político, es útil, y el único que puede subsistir con algún remozo. Mientras las clases trabajadoras crean en su conciencia que las recetas para la crisis y para una sociedad equilibrada puedan venir de las clases poseedoras, mientras a ciertos intervalos se usen intermediarios como Montilla o Zapatero, la burguesía con los dueños del Cielo y la Tierra pueden respirar tranquilos.
El socialismo vendrá, pero después de barrer fuerte y limpiar eso que el articulista asegura de las aspiraciones a pertenecer a la clase social dominante. Entonces todas las personas pasaremos a ser colectivamente iguales sin opresiones ni explotaciones.
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