La involución en las condiciones materiales
y derechos de las mujeres para la igualdad es un ataque en toda regla,
alimentado desde una moral conservadora y razonamientos ideológicos reaccionarios. Los hacedores de la religión cantan
el ostracismo de la mujer y consagran la cosificación y usurpación de su
cuerpo, sus obispos decretan la contrarreforma de las leyes que promueven derechos
para la mujer, la patronal mantiene la imposición de la desigualdad salarial
real y en las oportunidades de acceso a las responsabilidades, una
intelectualidad bien untada por las lisonjas y los dineros del establishment
airea su misoginia con la inalterabilidad eterna de un lenguaje que no nombra a
las mujeres en muchos plurales y genéricos. La masculinidad hegemónica
reproduce la dominación patriarcal en todos los dominios de nuestra vida. Un 8
de marzo preñado de razones para avanzar en unidad y masividad, contra el PP y
CiU, frente a la misoginia patriarcal, por la igualdad real de la mujer en el
trabajo y en la vida. La carta semanal de La Aurora pone el dedo en la llaga.
8 de marzo: empleo-igualdad-basta de
violencia. La persistencia de un 28% de diferencia salarial entre el trabajo de
una mujer y el de un hombre, sumado a que las cargas familiares es cosa de
mujeres, muestra la existencia de una profunda desigualdad. En todos los
aspectos de hegemonía y liderazgo intelectual, social, laboral y político, hay
un techo de cristal blindado inaccesible para que lo puedan atravesar las mujeres.
No hay ni habrá igualdad real con estas condiciones materiales.
Los recortes que se explican como remedio de la crisis golpean y empeoran el trabajo y las condiciones de vida de las mujeres.
El maltrato psicológico y físico hacia las mujeres tiene la punta del iceberg en la lacra de las mujeres asesinadas cada semana del año. "Tú no sabes de que va", "Eres tonta", "O mía o de nadie", "La maté porque era mía", expresan lo que se llama masculinidad hegemónica en la práctica cotidiana del fenómeno de la violencia de género. La discriminación económica y política capitalista entronca e incorpora el ancestro patriarcal del dominio del hombre sobre la mujer. El hombre, sus instituciones, religiones, moral e ideologías, mantienen la desigualdad y la supeditación de las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, se las trata como personas de segunda categoría que no pueden tener ni el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
Un grupo de eminencias de la Real Academia Española (más de la mitad) se erige en salvaguardas de la lengua, con la ingeniosa argumentación de que los conceptos masculinos que se emplean como genéricos son intocables, eternos e inmutables. Un Dios en las palabras de los conceptos y la gramática española. Según este conservadores filólogos y lingüistas el lenguaje y la gramática no pueden evolucionar según las necesidades y progreso de soberanía democrática de las personas. Gabriel García Márquez ya clamó: "humanicemos las leyes de la gramática", que va como anillo al dedo para esta masculinidad hegemónica imbricada en los genéricos mal empleados cuando invisibilizan al 52% de la humanidad que son las mujeres.
En el s. XXI las concepciones sociales, democráticas, y cualquier progreso de una colectividad igualitaria entre personas sin explotaciones ni opresiones, exige el empoderamiento de las mujeres junto con los hombres, con una concepción de superación dialógica como personas. El camino hacia la igualdad real y una sociedad socialista se hará en la medida que las mujeres asuman su rol de personas activas en la toma de decisiones y en su ejecución. 5 de marzo de 2012
Los recortes que se explican como remedio de la crisis golpean y empeoran el trabajo y las condiciones de vida de las mujeres.
El maltrato psicológico y físico hacia las mujeres tiene la punta del iceberg en la lacra de las mujeres asesinadas cada semana del año. "Tú no sabes de que va", "Eres tonta", "O mía o de nadie", "La maté porque era mía", expresan lo que se llama masculinidad hegemónica en la práctica cotidiana del fenómeno de la violencia de género. La discriminación económica y política capitalista entronca e incorpora el ancestro patriarcal del dominio del hombre sobre la mujer. El hombre, sus instituciones, religiones, moral e ideologías, mantienen la desigualdad y la supeditación de las mujeres por el mero hecho de ser mujeres, se las trata como personas de segunda categoría que no pueden tener ni el derecho a decidir sobre su propio cuerpo.
Un grupo de eminencias de la Real Academia Española (más de la mitad) se erige en salvaguardas de la lengua, con la ingeniosa argumentación de que los conceptos masculinos que se emplean como genéricos son intocables, eternos e inmutables. Un Dios en las palabras de los conceptos y la gramática española. Según este conservadores filólogos y lingüistas el lenguaje y la gramática no pueden evolucionar según las necesidades y progreso de soberanía democrática de las personas. Gabriel García Márquez ya clamó: "humanicemos las leyes de la gramática", que va como anillo al dedo para esta masculinidad hegemónica imbricada en los genéricos mal empleados cuando invisibilizan al 52% de la humanidad que son las mujeres.
En el s. XXI las concepciones sociales, democráticas, y cualquier progreso de una colectividad igualitaria entre personas sin explotaciones ni opresiones, exige el empoderamiento de las mujeres junto con los hombres, con una concepción de superación dialógica como personas. El camino hacia la igualdad real y una sociedad socialista se hará en la medida que las mujeres asuman su rol de personas activas en la toma de decisiones y en su ejecución. 5 de marzo de 2012
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