De lo más oportuno resulta ahora el Tribunal Constitucional echando gasolina al anhelo de libertad, soberanía e independencia de Cataluña. La sentencia de "inconstitucional y nulo" sobre la declaración de "sujeto político y jurídico soberano" realizada por el Parlamento catalán aboca a la secesión. La negación estatal española de la potestad soberana catalana provoca y encona la negación catalana a que Cataluña siga unida al Estado del reino de España.
Unas cuantas personas de distinto compromiso
político hemos iniciado un intercambio de ideas, desde una tertulia que empezó como
"pluricafé". El fondo común de los granos que hemos mezclado es la
consideración compartida que fomentar la realización de la consulta "Si o
Si" es decisivo para el presente y el futuro de Cataluña y del Estado del
Reino de España; a lo cual hay que incorporar que una ruptura del entramado
constitucional existente sólo podrá ser completa y coherente con un "SiSi"
a la respuesta de la pregunta, al menos cómo está actualmente planteada.
El vértigo de una parte de la izquierda a la independencia
no es neutral entre el nacionalismo español y el catalán, ni en separarse o
mantenerse unidos a esa Constitución de 1978, con su Estado monárquico y el
bipartidismo entre el PP y el PSOE.
El diálogo nos ha conducido a trabajar esta
reflexión publicada en la revista SinPermiso. La idea es un llamamiento a las
conciencias democráticas, tanto las independentistas como las federalistas auténticas
que se basan en la soberanía de cada pueblo y nación, para que sea la
ciudadanía quien se empodere, decida y así se respete el resultado.
Vía catalana, 11 septiembre 2013. |
A estas alturas el movimiento soberanista
catalán debería despertar respeto, si no comprensión, en el resto del Estado.
En efecto, ya nadie puede dudar de que se trata de un movimiento democrático y
de libertad, una marea cívica y popular. Es sintomático, por ejemplo, la
reciente firma de convenios de la ANC con organizaciones sindicales y con la
FAVB (Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona), que refuerzan la
participación y el compromiso ciudadano con el proceso. Por otra parte, es
claramente transversal, sin que pueda ser tildado simplistamente de izquierdas
o de derechas, a pesar de que, como es natural,
las diversas fuerzas políticas se disputan su hegemonía. Las eventuales
acusaciones de insolidaridad o de fronterismo resultan insustanciales cuando
las agresivas estructuras estatales han arruinado todo tipo de pactos y continúan
derribando los logros de autogobierno alcanzados.
En esta situación resulta intolerable el
inmovilismo que equivale a perpetuar la voluntad de dominio y asimilación. Por
su parte, resultan nada creíbles las vías autollamadas reformistas, cuyos
reiterados fracasos culminaron en la sentencia del TC de 2010 y cuyas voces
sólo se han despertado cuando el soberanismo ha elevado el tono reivindicativo.
Pero también resulta insuficiente la simple aceptación del derecho a decidir,
pero sin planes pro-activos para antes y después de su ejercicio. Esto es, sin
una voluntad clara de diagnosticar el problema, dilucidar responsabilidades y
encontrar soluciones.
1. Una separación amistosa para una colaboración más franca
Hay que aceptar de una vez por todas que la cerrazón
de unos y la tibieza de otros han dinamitado las propuestas de convivencia y
han hecho ya imposible un estado común. Basta apuntar que cualquier iniciativa
en este sentido debería asumir, por lo menos, el Estatuto del 2006 (aprobado
por el Parlamento español y refrendado por el pueblo catalán), cosa impensable
actualmente por parte de las fuerzas políticas hegemónicas.
Aceptada esa premisa, la izquierda trasformadora debe promover la
separación amistosa como una salida democrática y la menos mala de las
posibles, poniendo el acento en minimizar
los costes económicos, sociales y sentimentales. Por ejemplo, repartiendo la
deuda, evitando boicoteos y vetos, propiciando dobles nacionalidades, facilitando
la movilidad, etc.
Más aún, se trataría de potenciar las
oportunidades, que también las hay, una vez se cierre la herida territorial
abierta tres siglos atrás. La preservación de las buenas relaciones humanas e
institucionales haría posible una nueva cooperación entre las partes. En
particular, podría por fin plantearse un auténtico federalismo/confederalismo
democrático de los pueblos ibéricos, no basado en la imposición y el dominio,
sino en el reconocimiento mutuo de la previa soberanía e independencia. Más en
general, abre la posibilidad de arrumbar con el régimen que desde hace siglos
viene sufriendo el pueblo español. Es la oportunidad para revisar diagnósticos,
relevar actores y redefinir objetivos.
2. Un cambio de régimen para una sociedad más
justa
La secesión de Catalunya es el símbolo de un fracaso
secular en la acción de gobierno de un régimen basado en al absolutismo y el
clericalismo, de las clases dirigentes
que lo han apoyado y de los partidos que le han dado cobertura. Ha de marcar el
punto final de una monarquía desprestigiada, de una Constitución obsoleta y de
un bipartidismo cómplice.
Es la culminación de siglos de dilapidación de
recursos, de pobreza y desequilibrios territoriales, de incapacidad para
gestionar un imperio o para estructurar un estado, de extorsión lingüística y
cultural contra la diversidad, de represión de los movimientos renovadores y de
tolerancia hacia los autoritarios.
3. Una alternativa política para esa doble
ruptura
Se requiere, por tanto, una alternativa política
sobre la base de una nueva relación cooperativa entre las naciones y estados
ibéricos, una regeneración progresista de las estructuras sociales y económicas
y un relevo profundo en las clases dirigentes.
Sólo la izquierda transformadora puede liderar
esa alternativa. Pero para ello debe liberarse de sus propios prejuicios
políticos y sentimentales. Una vez más, la movilización popular ha tomado la
iniciativa con una rapidez y una determinación que están dejando atrás a buena
parte de los teóricos y de los políticos orgánicos. Aún es tiempo de reaccionar
y de rectificar, afrontando las nuevas realidades: la izquierda transformadora
debe asumir esa doble ruptura no sólo como inevitable, sino como conveniente y
hasta como necesaria.
Josep Ferrer Llop, Teresa Mira Lozano, Santi
Lapeira Gimeno, Francesc Matas Salla, Jordi Presas Vidal, Jordi Gutierrez
Suarez, Elvira Duran Costell, Josep M. Armengou Iglesias, Miquel Àngel Escobar
Gutiérrez.
21 de marzo de 2914
No hay comentarios:
Publicar un comentario