8 de marzo. Un día no hace mundo, cierto. Ahora bien, puede ayudar a focalizar la igualdad de la mujer como un asunto primordial social y democrático. La emancipación de la mujer, la superación del sometimiento y de la violencia machista, es un asunto en que las mujeres se han de empoderar e ir adelante. La desigualdad inherente al sistema social capitalista y profundamente patriarcal debe constituir una línea troncal de cualquier estrategia de izquierdas, transformadora y revolucionaria.
La conciencia de la lucha feminista de la mujer trabajadora,
y del feminismo de las mujeres en general, debe constituir una parte en el
núcleo ideológico y el imaginario colectivo de la unidad y conjunto que forman
las mujeres y los hombres trabajadores, por tanto también para los hombres.
Las mujeres son personas pero con menos derechos de todo
tipo. Luchar y conseguir estos derechos, acabar con el acoso a que son sometidas
por el solo hecho de ser mujeres, es un hito revolucionario y una tarea de cada
día, en las grandes perspectivas y en los pequeñas cosas.
No hay un primero y un después entre el hecho social y el de
las mujeres, no se trata de etapas paralelas, sino de una lucha conjunta completamente
interconectada.
La desigualdad actual, el maltrato con la violencia de
género, la pervivencia omnipresente del patriarcado en todas partes, bien insertado
en la moral, perjudica a las mujeres y también a los hombres. A quién beneficia
es a los poderosos de la minoría del 1% que son los dueños de las finanzas y el
capital, las empresas, la propiedad, del Estado y de las ideas.
Los lemas de este 8 de marzo expresan igualdad y derechos,
en el trabajo y en toda la vida, rebeldía, revolución y desobediencia feminista.
Reunamos fuerzas, unifiquemos estrategias, señalamos al
capital y al patriarcado como los sistemas sociales, políticos y morales con
los que romper, superar y sustituir. Vamos a ganar.
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