La crisis económica con la estela del tripartito, la sombra alargada de la corrupción y la quiebra autonómica del Estado monárquico, está convulsionando a los dos grandes partidos en que se sustenta el régimen bipartidista, por eso la denominación que hace fortuna como el agotamiento y fin de la segunda restauración borbónica.
El PP y el PSOE están tocados en la línea de flotación.
Tienen unas vías de agua que deteriora el PP por momentos; de hecho si flota es
por los mecanismos y privilegios del poder gubernamental. El PSOE no tiene este
cobijo y el barco va la deriva.
El cisma entre el PSOE y el PSC deriva en disgregación, se
agrava en este contexto de políticas nefastas para la mayoría de la población,
sobre todo para la base social trabajadora, que es el núcleo duro y la columna
vertebral de estos partidos.
El PSC acaba de girar a navegar dentro de la marea popular
catalana. Lo ha hecho con la escenificación en el Parlamento del Estado de la ruptura
de la disciplina de grupo y de voto, precisamente en la política altamente
sensible que es la defensa o el rechazo del derecho a la autodeterminación. El
PSOE ha votado en contra, 13 diputados del PSC a favor, y 1 voto PSC no
ejecutado de Carme Chacón, que ha sido ministra poderosa del gobierno del Estado
con Zapatero.
El vuelco del PSC es triple. Divide el grupo socialista en
el Congreso con una fractura que les será muy difícil de suturar. Se sitúa en
la corriente del derecho a decidir por parte de Cataluña sobre Cataluña, mayoritaria
en la actualidad y creciente entre la sociedad catalana. Introduce el cisma en
el propio PSC dentro Catalunya, entre lo que podemos llamar un PSC de Cataluña
o catalán y una Federación del PSOE en Cataluña o una Federación catalana del
PSOE.
De hecho, la posición política del PSC no ha cambiado tanto.
Es el derecho a la autodeterminación, desde una concepción de federalismo en
parte asimétrico, que federalizase el actual Estado español, de manera que sea
digerible para los poderes estatales españoles y los autonómicos catalanes.
Esta posición también es compartida con algunas variaciones por diferentes
sectores dentro EUiA e IU. El punto común de todas estas tendencias es una
concepción de obligada unión federalista y estatal, a pesar de que la realidad
sea de un Estado monárquico, con una confusión sobre los lazos entre pueblos,
entre Estados y entre clases sociales.
La estrategia de una Consulta o Referéndum negociado con
España y en legalidad, se fundamenta con la argumentación de que no existe
ninguna soberanía completa auténtica, pues las soberanías existentes son
compartidas. Por lo tanto, una ruptura política e institucional que logre una
soberanía de Cataluña sería, según estos postulados, irreal o sólo podría
beneficiar a los poderes dominantes de los poderosos catalanes y a CiU. El
hecho de que para establecer unas buenas relaciones en igualdad entre Cataluña
y España, se necesite que haya una soberanía política de cada parte, todavía
representa un tabú para estas tendencias federalistas de corte unionistas.
La conciencia generalizada popular catalana hace que toda
posición política democrática, ponga el concepto de soberanía en relación a que
sea legítimo y vinculante lo que la población y la ciudadanía en Cataluña
decida, sin injerencias externas.
La soberanía, la libertad democrática catalana, la
emancipación y liberación nacional, son actualmente fases que se deberán
transitar. Las izquierdas de todo tipo deben situar las perspectivas, opciones
y modelos de futuro, sean unionistas y estatal federalizados autonomistas o más
amplios, sean de federación o confederación de Estados, sean de independencia
autárquica, en función de una libre relación o de ninguna relación, acordadaa
por plebiscito popular vinculante y unilateral de la población en Cataluña.
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