1/5/09

La ninfa inconstante

Al parecer no la última, una penúltima. Novela póstuma de Guillermo Cabrera Infante. Una prosa preciada preciosa, que se paladea, pedalea, y se siente -sienta- desde el corazón al estómago. Un inteligente artificio, edificio literario, elegante, elegido, agradable. Un placer.

El viaje de un amor, un huir amoroso. Una púber que se crece y acaba secuestrando, dominando, a su intelectual e ingenioso, ingenuo, secuestrador dominador.

Una prosa versiculada, musical se diría. Un ayer hoy por recordado, difuminado, contado. Una Habana mágica aspirada a retazos de posadas y malecón.

Quizás una Estela, Estelita (“era rubia, no rubita”), Lolita, demasiado ignorante, insensible sensibilizada quizás por niña mujer, y él muy el sabedor. Contraste tópico, no por el trópico. Provocación generacional, sexual, de género, general. Vocación. Pero con una elegante provocativa ironía que te mantiene, sostiene, agarrado al leer.

Rizos de pensadas, “pero era demasiado tarde para el ser y demasiado temprano para la nada”, o “Entonces supe que el amor no es más que una coincidencia fatal: estar en un lugar adecuado en un tiempo torpe, inadecuado y totalmente inhóspito. El amor es un efecto sin causa”.

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