Los vientos que se han creado en el Norte van a contaminar toda la política estatal. Ahora bien, en vez de saludable frío, o de limpiar la insalubre atmósfera de las ciudades, nos va a empujar todas las políticas hacia la derecha.
El pacto PPSOE no es cosa de la gente vasca. La remodelación gubernamental de Zapatero es algo más que un aviso para navegantes. El tripartito catalán del PSC de Montilla está en horas muy bajas para la Moncloa, y el PP sabe que el voto en Cataluña puede decantar la composición parlamentaria de las Cortes. El gobierno se apresta a defenderse de la crisis económica, parapetándose de las posibles reacciones a sus efectos sobre la población trabajadora. Y vira a derecha.
¿Quizás sea una innovación este agarrarse tan desesperado a la derecha? Aunque cuando pueda el PP va a desembarazarse con satisfacción del PSOE, sin siquiera agradecerle el inmenso balón de oxígeno recibido.
¿Pero no se parece esto a las ayudas que los gobiernos y los Estados están otorgando a las grandes empresas para conseguir la sostenibilidad… del sistema?
Unos que se denominan de izquierdas defienden el capital financiero como antídoto frente a la crisis que el mismo capital provoca. Otros que se postulan más de izquierdas se someten prisioneros de las fuerzas del orden que protegen la pervivencia del sistema político y social, a pesar de que dicen que se trata de transformar este sistema desfavorable para la gente trabajadora.
En fin, después ¿habrá quien se plañe de que la abstención aumente, o de que la gente joven intente con toda su alma buscar fórmulas de organización –o no organizadas- diferentes de los partidos que se conocen?
La fórmula izquierderecha emponzoña todo tipo de conciencia trabajadora, de legitimidad social y política, de honestidad ética y democrática.
La crisis de las ideologías es evidente, Francesc, hace tiempo que lo es.
ResponderEliminarEl desdibujamiento de los partidos tradicionales y la admirable habilidad de los líderes políticos al defender si les interesa una cosa y su contraría, así como la proliferación de nuevas etiquetas hace que la desorientación sea total y que las nuevas políticas se acaben rigiendo por el populismo. El populismo es una forma arcaica pero muy efectiva de concentrar el poder y de corromperlo. Su secreto es confundir el juicio de la sociedad prometiendo un paraíso terrenal que, desde luego, nunca llega; pero, en vez de reconocer su fracaso, opta siempre por atribuirlo a cualquier causa: la falta de recursos, la oposición, la persecución mediática ...
Así se fomenta la irresponsabilidad del ciudadano y, al final, acaba por modelar, a la manera totalitaria, la mentalidad del pueblo. El populismo, no tiene ideologia, miente sistemáticamente, porque la verdad es lo menos importante, desgarra el tejido político, envenena el espíritu público, alimenta la discordia civil, sin casi darnos cuenta.
Sin herramientas legales que permitan juzgar a un gobierno por el desempeño o no, de forma limpia, legal y honesta de su tarea, y sobre el cumplimiento de sus promesas, un pueblo puede hundirse sin remedio... con el apoyo de sus mayorías desorientadas, desinformades y lo que es peor, desinteresadas.
La crisis de los valores, el individualismo feroz atizado por los cantos de sirena de muchos de estos políticos, el pasotismo de una sociedad anestesiada por el consumo, adormecidos en el sofá viendo telebasura, y que tiene mucho a perder o una hipoteca enorme por pagar -la mayoría de nosotros- nos ha inmovilizado colectivamente. Por esto la gente se las va tragando una detrás de otra. Y porque sienten que digan lo que digan unos y otros, sean partidos teóricamente de derechas o de izquierdas, tanto da. Las diferencias a la hora de gobernar, desgraciadamente, son mínimas.
Hemos de regenerar profundamente a la izquierda si pretendemos dar un solo paso. A la mínima esas izquierdas hacen de gaurdianas del sistema que queremos cambiar, transformar i subvertir por otro acorde al menos con la mayoría de la gente trabajadora.
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