Ilustración de Tasio. |
Es un monarca no querido ni por el pueblo de
la capital Madrid. El nuevo Rey queda muy lejos del pueblo. Felipe participa de
la imagen de una casa real frívola y corrupta. La sucesión ha sido torpe. La
abdicación de Juan Carlos ha sido precipitada por el resultado de las
elecciones europeas que han golpeado los partidos dinásticos, PP y PSOE.
El gobierno del PP, con el acuerdo del PSOE,
ha negado la posibilidad de que la ciudadanía ejerciese la soberanía con el
derecho a decidir sobre el Jefe del Estado. La forma de Estado monárquica o
republicana ha saltado a la conciencia de sectores más amplios que los
republicanos de hasta ahora. Las Cortes españolas, han excluido a la ciudadanía
de una decisión sobre el relevo en la máxima institución del Estado y de las
FFAA. Madrid ha respondido negando a Felipe VI el entusiasmo popular.
Los derechos de las libertades democráticas
elementales de la ciudadanía se niegan. Las medidas represivas a la libertad
de expresión y prensa con la censura de la portada de El Jueves, han ido junto
con la prohibición de la libertad de manifestación, impidiendo las imágenes de
banderas o proclamas republicanas. Situación grotesca y admonitoria de que la
dinastía mengua, pues para apuntalarla deben usar la represión agresiva y
militarizada.
La revista "Orgullo y Satisfacción"
de los dibujantes juevistas censurados expresa que no habrá resignación, sino
lucha y compromiso por los derechos ciudadanos. La causa republicana comienza a
abrirse paso en el imaginario popular. República, Repúblicas.
Los pensadores y redactores del discurso de
proclamación del nuevo Rey, muestran sequía de ideas y falta de perspectiva
sobre el nuevo ciclo político.
En vez de tomar el toro por los cuernos, sobre
la desconfianza creciente de la ciudadanía hacia los partidos, gobiernos e
instituciones del Estado, hacia el régimen político y las negativas
consecuencias del sistema económico, o enfocar el clamor de Dignidad del
"Pan, Tierra, Techo", o de la voluntad de ejercer la consulta en
Cataluña con el derecho a decidir y el lema hacia la independencia, Felipe VI,
ha hablado de valores que niega en los hechos mencionados.
Ilustración de Albert Monteys. |
El discurso real es bien claro en que es el
Rey de España, de una gran nación donde sólo los españoles pueden ser plurales,
con la unidad y la permanencia del Estado del que la corona es el símbolo de
unidad. La historia se retuerce como algo eterno e inmutable de una España de
tradiciones, culturas y pueblos que no ha existido. Esta nación España, en
ningún caso se la menciona como nación española, pues para el Rey es la nación
de todos los españoles y de todos los pueblos, tiene el castellano como lengua
oficial del Estado y otras lenguas.
El deseo de una monarquía renovada para un
tiempo nuevo, como ha insistido el recién estrenado Rey de España, transita por
un camino muy tortuoso, visto el hundimiento del PSOE y la incapacidad del PP
para resolver las necesidades sociales y de soberanía democrática más básicas
de la ciudadanía de estos pueblos, países y naciones.
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