En Cataluña lo que se denomina pulsión
independentista va en aumento masivo. Por supuesto en España opera otra
pulsión, la de que la unión y el Estado del Reino es indiscutible.
Quizás conviene reflexionar que hasta en lo
más profundo de la corteza de la Tierra las cosas no son inalterables y
eternas. Las placas tectónicas se separan, se juntan, se superponen, chocan
entre sí, su onda expansiva produce fenómenos que aún la humanidad no puede
evitar, aunque sus consecuencias nefastas sí las puede paliar enormemente con
previsión suficiente.
Las placas españolas -del nacionalismo gran español-, vascas -nacionalismo
euskaldun-, y catalanas -nacionalismo catalán- están en movimiento telúrico.
Sus desplazamientos en un sentido y otro, a la juntura y superposición o a la
separación, son difícilmente evitables, a no ser por la decisión soberana y amplia
de cada parte ciudadana, popular y nacional.
La formación de los Estados burgueses después
de la gran revolución francesa de 1789, sepultó al feudalismo. Permitió
vislumbrar las grandes ventajas de las más amplias unidades territoriales en
una misma estructura política.
Pero Europa se quedó corta con unos muchos
Estados nacionales. Con el aliciente que en la mayoría de ellos se fundió la
clase dominante en una sola, mientras en otros no se completaba esta
integración de diferentes colectivos económicos, territoriales, de lengua,
nacionales, en una sola nación-estado, con una clase privilegiada bien
compenetrada e integrada. Para completar la variedad de las especies en Europa
conviven Repúblicas con Reinos.
La Estaña, una, grande y libre, con destino en
lo universal, que tiene sus raíces en la herencia feudal y de la monarquía absoluta, quedó sintetizada por la
Falange española de José Antonio Primo de Rivera y por los Principios del
Movimiento Nacional de la dictadura de Francisco Franco. El PP y la derecha
española ha conservado y alimentado este espíritu y conciencia nacional gran
española.
Aunque desde los procesos que condujeron a la
I República (1873), se fue abriendo camino una concepción republicana
federalista que ha impregnado a toda la izquierda, en dos vertientes. Nació también
una concepción ibérica, hoy sería genuina europeísta, de relación libre
unitaria desde la soberanía democrática republicana de cada pueblo y nación,
representada en su momento por las concepciones de la I Internacional en España
y por el ideario del presidente Pi i Margall.
La otra fue la republicana conservadora de
Salmerón, que coincidía con la monárquica de la restauración, negaba de plano
un encaje acordado pues lo consideraba una unidad innegociable.
El voto favorable del grupo de la Izquierda
Plural con IU delimitó la opción democrática. En el Estado viven y conviven
distintas naciones, estas se han de entender y relacionar desde la decisión
libre y democrática, por encima de la coerción impuesta de corte dictatorial.
La Izquierda Plural e IU son hoy las fuerzas
políticas estatales parlamentarias dispuestas a ser aliadas con los fenómenos
nacionales distintos del nacionalismo gran español. EUiA de Cataluña, y también
ICV, ha jugado un papel de primerísimo orden en esta nueva realidad política.
El acuerdo electoral entre EU en Galicia y Anova Irmandade, con Alternativa Esquerda Galega es
una valiosa concreción. En Euskadi se puede llegar a operar en un futuro
próximo una perspectiva de este tipo con EH Bildu. EUiA trabaja en ese sentido
con su orientación de alianza entre federalistas, autonomistas e independentistas.
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