El nuevo guión de un federalismo de obligada unión aparece
en el discurso y en las proclamas del grueso de la izquierda española, además
de impregnar las componentes de sentimiento y pertenencia nacional española en
las Autonomías-naciones de Cataluña, Euskadi y Navarra, y Galicia. El sustento social de esas izquierdas, estatales y
autonómicas, está en el nacionalismo dominante de cada nación, y en la
naturaleza social apátrida y a-nacional de la explotación del trabajo. La clase
trabajadora siente distinto en tanto que colectivo social trabajador o como colectividad
ciudadana individual de pertenencia a una determinada nación y Estado, cuando
lo hay.
Conviene detenerse en los postulados que expone JL Cebrián*
con los que cimenta la necesidad de un pacto de Estado... federal.
En el artículo, Cebrián asume, en referencia al cambio
político expresado en la manifestación nacional popular del 11 de septiembre,
que "el debate está ahí, y sería irresponsable mirar para otro lado o
minimizar el significado de las movilizaciones", prosigue con "la
independencia, en este caso de Cataluña, se ha adueñado del debate político en
los últimos días, desde que una enorme manifestación popular la demandara",
aprovecha y se desmarca del discurso real "la independencia de los países,
en un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, no es una quimera sino
una ensoñación, casi tan grande como la propia soberanía". Al relacionar
globalización con interdependencia, la opone a la independencia política e
incluso a la soberanía democrática individual ciudadana o del pueblo, en base a
una pragmática "soberanía compartida". ¿Dónde quedan los conceptos de
"Libertad, Igualdad y Fraternidad" de la gran Revolución francesa de
1789?
Cebrián diagnostica la fermentación de una crisis política:
"Los sentimientos de la gente, por mayoritarios que sean, no bastan para
convertir sus deseos en realidad. Necesitan ser vertebrados en un proyecto
político y que este resulte viable, no vaya a ser que la imposibilidad de
obtener sus objetivos genere una frustración mayor aún que la que justificó las
manifestaciones".
Y propugna el giro federalista: "La singularidad de
Cataluña solo puede vertebrarse en un Estado federal"; mientras niega la
posibilidad de un reparto más equitativo en la fiscalidad: "un pacto
fiscal consistente en que el Estado le entregue a la Generalitat la Agencia
Tributaria y la titularidad de los impuestos", como en el cupo vasco y
navarro que tilda de "anomalía en el funcionamiento del estado moderno".
El editor y presidente con gran influencia política justifica la viabilidad de unos
y certifica la inviabilidad en el caso catalán: "se trata de una excepción soportable
debido al limitado peso del producto interior bruto de dichas comunidades en el
conjunto del país. La incorporación del mismo sistema a Cataluña haría inviable
el Estado mismo", "ni es pensable que pueda aprobarla en ningún caso
el Congreso de los Diputados", "reclamar la soberanía fiscal... parece
un contrasentido". "Un cupo catalán, similar al vasco, haría inviable
el Estado mismo". Incluso plantea la secesión en clave catastrófica:
"La separación de España llevaría a Cataluña a una decadencia duradera".
Por supuesto, ahora, el reconocimiento de "la
singularidad nacional de Cataluña dentro del Estado español" es "imposible
de vertebrar políticamente si no es en un estado federal", pues "Cataluña
no ha tenido ni tiene poder político suficiente para separarse de España, y no
lo hará".
Además, Cebrián advierte, acusa y amenaza al presidente de
la Generalitat de envolverse "en la cuatribarrada y entregándose al fervor
popular", lo cual "amenaza con despertar a la fiera del nacionalismo
español, lo que tendría consecuencias no deseables ni para el futuro de
Cataluña ni para el de nuestro país en su conjunto"; eso no contribuiría
"a construir en España el estado plurinacional que anhelan"; por lo
tanto "un pacto de Estado es necesario si queremos afrontar debidamente
las tres crisis que padecemos: la económica, la institucional de España y la de
la construcción de Europa", para que sea factible "la única propuesta
pensable que puede suscitar el consenso, es la de una España federal".
En ningún momento Cebrián relaciona federalismo con el
derecho a la autodeterminación, incluso desde su perspectiva (¿deriva
joseantoniana?) de una también obligada soberanía compartida y menguada. Ni
tampoco se refiere a nacionalismo dominante referente a nacionalismo
supeditado. Ni nación y nacionalismo con Estado, estructurado como Reino,
respecto a nación y nacionalismo sin Estado incluido por ley obligada en el
Estado Reino (pacto de transición de la dictadura a la monarquía parlamentaria
única). Las concepciones de "libre unión", "libre
adhesión", "libre determinación" no tienen cabida en la
particular concepción de soberanía de este prócer ilustrado del nacionalismo
gran-español. O hay "un" Estado, o "una" España, o es
inviable, tampoco dice nada sobre el Reino de la Monarquía y una República.
La izquierda necesita liberarse de las servidumbres del nacionalismo
gran español para abrir unas perspectivas constituyentes, libres y soberanas por
parte de las naciones y entre los pueblos en el Estado plurinacional español.
¿Podrá cada nación de forma libre y soberana decidir sobre su estructuración
institucional, y sobre sus relaciones con los demás pueblos, naciones y
Estados?
Esa es una garantía imprescindible para luchar contra cada
nacionalismo dominante. La federalización del Estado del Reino de España
implica una ruptura política pues lo que por ahora es altamente inviable es la
reforma federal de la Constitución, a no ser que lo decida y mande el BCE-UE.
Además la ruptura aparece más madura en la crisis entre este Estado y la
soberanía de sus naciones.
El encaje entre Estado y Naciones no funciona. En
cambio lo que aparece en la escena pública de masas como nueva posibilidad no
es el federalismo de obligada unión, ni la libre unión federal o confederal,
sino lisa y llana la independencia con nuevos Estados.
Una perspectiva de encaje libre y diferente a la visión del
nacionalismo gran-español imperante es la relación que quizás se podría
establecer desde y entre Repúblicas libres y sociales.
¿Independencia? ¿Estado federal plurinacional con libre
determinación? ¿Federación de Estados? ¿Estados federados junto o dentro de
otros Estados en Europa, en la península ibérica, en o con España?
Hay que deshacer la confusión entre la unidad de la
explotación social y de clase trabajadora, con la tendencia a las grandes
unidades económicas como en Europa, de la unidad estatal que se sustenta en la
opresión nacional de un nacionalismo sobre otros. No es suficiente que en el
Estado de la nación dominante se considere que no hay opresión nacional, o de que
sólo exista esta nación. Es necesario que las demás naciones -Catalunya, Euskal
Herria, Galiza- puedan sentirse y ser soberanas, con poder de decisión sobre si
se estructuran como Estado u otra cosas, y decidan sus relaciones políticas
desde las libertades ciudadanas democráticas fundamentales.
* Juan Luis Cebrián es presidente de EL PAÍS y de la
Comisión Ejecutiva de PRISA.
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