La abuela de Carlos “pide perdón a Dios antes de desear “lo peor” al asesino de su nieto”. María Victoria Muñoz, madre de Carlos, aún no ha digerido el asesinato de su hijo, pero se está preparando para el juicio previsto para el 14 de septiembre.
Carlos, de 16 años, cayó asesinado el 11 de noviembre de 2007, por una certera puñalada mortal en el corazón, perpetrada por el militar nazi Josué Estébanez, en el Metro de la estación de Legazpi de Madrid. El asesino iba a una manifestación xenófoba de las Juventudes de Democracia Nacional, legalizada por un juez y protegida por la Policía Nacional. El joven Carlos se dirigía a protestar contra las manifestaciones xenófobas. No hubo pelea. Carlos fue asesinado a sangre fría, por alguien entrenado y preparado para matar, con los impuestos de toda la ciudadanía.
¿Por qué la prensa tiene que escribir “presunto” al dirigirse al asesino cuando está grabado en las cámaras del Metro que sirven para la acusación?
¿Por qué el juez que legalizó la manifestación, y el delegado del gobierno en Madrid, siguen tan tranquilos y pueden dormir cada día con un buen sueldo a costa del erario público? ¿Acaso no son también responsables políticos del asesinato de Carlos? ¿Y los convocantes de la manifestación homófoba no tienen responsabilidad?
La madre de Carlos no duerme bien. María Victoria Muñoz preside la Asociación de Víctimas de la Violencia Fascista, Racista y Homófoba. Sin embargo no tienen los favores, ni las ingentes ayudas, del Estado, ni de la prensa, ni de la Iglesia. Nada más lejos de la realidad de que un muerto, o la vida, valgan lo mismo que otro muerto u otra vida. Carlos fue asesinado por un nazi y el Estado no los considera enemigos número uno como a otros.
La vida de un asesinado por un activista político nazi, militar entrenado, no tuvo ni el valor de que el PSOE mantuviera la manifestación unitaria prevista en su momento, y aún peor, pues obligó a desconvocarla de mala manera para impedirla.
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