12/5/09

El falsificador de pasaportes

El joven Cioma, alemán, judío de origen ruso, nos deleita con su particular odisea en el Berlín nazi, hasta conseguir su fuga a Suiza en bicicleta.

Es condenadamente difícil –dice- cuando uno se despierta por la mañana y piensa que todo ha sido una pesadilla… y sin embargo resulta que es verdad."

No hay esperanza, está correosa como un trozo de cuero –murmura Det-. Deberíamos comprarnos un libro de cocina.

Pero ¿se puede contrapesar, como si fuera una operación comercial, un acto criminal con otro acto criminal? Y, sin embargo, ¿de qué otra manera sino mediante la guerra se podría neutralizar al mayor asesino de todos los tiempos? La guerra siempre es cruel.

Van editándose valiosas joyas literarias. Casi escondidas en reflexiones y vivencias de la Gran Guerra y después de ella. “El falsificador de pasaportes” lo sitúo en la estela de “Vida y destino” de Vassili Grossman. La descripción es viva, natural y contradictoria, ecuánime, en ningún caso equidistante. La irracionalidad se contextualiza sin indulgencias. Los juicios morales son los justos. Están alejados del doblez imperante, o de la moralina de mucha izquierda mal digerida. En situaciones límite, extraordinarias, las valoraciones son comprensibles, humanas. La bondad y la maldad no son intrínsecas, reales y no épicas. Más bien forman parte del conjunto social de unas circunstancias concretas, de la brutalidad exacerbada de la lucha de clases, con grandes héroes anónimos y hormiguitas fundamentales. No hay exculpaciones vergonzantes. “Qué difícil es ser héroe”.

El falsificador de pasaportes.

Cioma Schönhaus.

Galaxia Gutenberg, Círculo de lectores. 300 p.

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